¡Tu carrito está actualmente vacío!
50% OFF EN BRUNCH PRESENCIAL CON ANI Y AYE ✨ RESERVÁ TU LUGAR ACÁ

Si sos interiorista —o estás en camino a serlo—, sabés que el diseño va mucho más allá de lo visual. Es entender espacios, personas, hábitos y emociones. Por eso, hoy te compartimos los 10 mandamientos fundamentales que todo profesional del diseño de interiores debería tener siempre presentes. No se trata de reglas rígidas, sino de principios que hacen del diseño un arte funcional y con propósito.
Antes que estética, viene la función. Un ambiente bien resuelto debe responder a las necesidades de uso, circulación y ergonomía. No hay recurso decorativo que salve un espacio mal pensado. El diseño interior tiene que mejorar la experiencia cotidiana del usuario: optimizar flujos, resolver problemas espaciales y facilitar tareas. La belleza viene después —o mejor dicho, junto— pero siempre subordinada a la funcionalidad.

La calidad de un diseño no siempre está en lo evidente. A menudo, es el cuidado en las terminaciones, la elección precisa de materiales, o la coherencia en las decisiones lo que eleva un proyecto de lo bueno a lo excelente. Un presupuesto alto no garantiza buen diseño: la clave está en saber dónde invertir, cómo jerarquizar recursos, y cómo articular cada elemento dentro de una narrativa espacial sólida.

Los colores tienen un impacto psicológico directo. En interiorismo, la paleta cromática debe elegirse no solo por cuestiones estéticas, sino también por su capacidad de generar sensaciones: calidez, amplitud, concentración, serenidad… Un buen profesional entiende el comportamiento del color con la luz, los materiales y el uso del espacio, y lo integra como un recurso expresivo y funcional a la vez.

Natural o artificial, difusa o puntual, directa o matizada: la luz moldea la percepción espacial. No se trata solo de “ver bien”, sino de crear atmósferas, destacar volúmenes y acompañar funciones. Un diseño de interiores sin un plan lumínico adecuado queda incompleto. El interiorista debe pensar la luz desde el inicio del proyecto, en articulación con las texturas, los colores y los recorridos.

El diseño no se queda en la pantalla o el tablero. Parte esencial del trabajo es la gestión con clientes, visitas a obra, recorridos por showrooms y toma de decisiones en tiempo real. Contar con las herramientas básicas siempre a mano —muestras, croquis, cinta métrica, dispositivos móviles con planos actualizados— optimiza tiempos y muestra profesionalismo. Ser resolutivo en el momento correcto puede marcar una diferencia importante en el desarrollo del proyecto.

Las redes sociales pueden ser una gran fuente de inspiración, pero no deben dictar el diseño. Cada proyecto debe construirse en diálogo con los gustos, hábitos y expectativas del cliente real. Un espacio no necesita ser “instagrameable”, necesita ser vivible. El diseño interior no es una puesta en escena para la foto: es una solución a medida para quienes lo habitan.

El diseño no debe imponer una autoría desmedida. La mayor virtud de un interiorista está en su capacidad de interpretar y traducir la identidad del cliente en lenguaje espacial. Saber “desaparecer” no significa ceder profesionalismo, sino entender que el protagonismo lo tiene el usuario final. Los proyectos exitosos son aquellos donde el cliente se reconoce en cada rincón.

El diseño debe responder a una estrategia. No alcanza con sumar objetos bonitos o seguir tendencias. Todo elemento incorporado debe tener sentido dentro de una visión integral del espacio. Función, estética, materialidad y discurso deben alinearse para construir ambientes coherentes, duraderos y significativos. Diseñar sin propósito es decorar sin rumbo.

Todo espacio debe lograr un equilibrio entre lo visual, lo práctico y lo sensorial. No se trata solo de que “quede lindo”, sino de que funcione, sea confortable y tenga sentido para quien lo vive. El confort no es un lujo, es una necesidad. La funcionalidad, por su parte, es una condición básica. Cuando el diseño logra equilibrar estos tres factores, se convierte en una experiencia integral.

Inspirarse en proyectos ajenos es válido y necesario. Pero replicarlos sin filtro ni adaptación es una falta de ética profesional —y de creatividad. Cada cliente, cada contexto y cada espacio requieren una solución particular. Usar referencias como punto de partida está bien, pero el verdadero valor está en tu capacidad de reinterpretarlas en función del pedido, el lugar y la identidad de quien va a habitarlo.

Conclusión!
El interiorismo no es solo una disciplina creativa: es una práctica profesional con impacto real en la vida de las personas. Y como toda profesión, se construye sobre principios sólidos. Estos mandamientos son una guía para no perder de vista el sentido profundo del diseño: mejorar la calidad de vida a través de los espacios.