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Cómo el diseño, el marketing y la operación convergen en un mismo “look” y qué hacer si querés diferenciarte.
Entrás a una cafetería y de repente tenés la sensación de déjà-vu: mesa comunal de madera, barra negra con exhibidor de pastelería, lámparas colgantes estilo Edison, muchas plantas y una paleta neutra.
¿Moda, copia o estrategia? La respuesta es: un poco de todo.

En la actualidad hay tres fuerzas que explican por qué muchas cafeterías parecen hermanas: una estética nacida del movimiento del “specialty coffee”, la lógica operativa de cómo mostrar y servir alimentos y bebidas en conjunto con la presión de marketing/algoritmos que premian lo “instagrammable”.
El estilo minimalista, con madera, blanco y negro, se instaló como símbolo de calidad. Cuando vemos un lugar prolijo, con detalles cuidados, automáticamente lo asociamos con algo premium. No es casualidad: es una estética que comunica “esto es bueno” sin necesidad de decir nada.
Las cafeterías no solo piensan en verse bien: también diseñan para vender. Por eso la comida siempre está a la vista, las barras son largas y las mesas suelen estar pensadas para quedarse poco tiempo.
Nada está puesto al azar, todo responde a cómo queremos consumir hoy.
Otro factor es lo que vemos todos los días en redes: las fotos con café, plantitas y luces cálidas funcionan mejor, tienen más likes y comparten la misma estética. El resultado: muchos locales buscan replicar ese “set” que ya sabemos que engancha.
Y acá está la parte que no siempre se habla: el interiorismo también define quién entra y quién no. Una cafetería con banquetas altas, mesas comunales y precios elevados probablemente atraiga a cierto público (jóvenes, freelancers, gente que busca “experiencia”) y deje afuera a otros. En ese sentido, el espacio también comunica a qué público quiere llegar.

Entonces, ¿se puede ser distinto?
Sí, siempre. Mantener lo funcional no significa hacer todo igual. Podés sumar identidad local, jugar con materiales inesperados, crear zonas con diferentes experiencias o proponer actividades que hagan del lugar algo más que un café “lindo para la foto”.
Las cafeterías se parecen porque hay una lógica detrás: vender más, transmitir confianza y ser fotogénicas. Pero ahí también está la oportunidad para los diseñadores de interiores: encontrar el detalle que haga que un espacio se sienta único y conecte con la comunidad que lo habita.
En Idílica creemos que el interiorismo no solo viste espacios: también moldea experiencias.